Una historia para compartir
Tuve la oportunidad de
participar la semana pasada como invitada a un programa de televisión que se
transmite en horario estelar por las estaciones regionales de nuestro estado.
En dicha ocasión se conversó sobre la importancia de motivar a quienes conviven
de hecho para que se comprometan, a través del vínculo del matrimonio y del rol
primordial que tiene la familia constituida como núcleo que proporciona la
estabilidad necesaria para el beneficio emocional, metal y físico de cada uno
de sus miembros, lo cual repercute indefectiblemente en la edificación de una
sociedad armónica.
Un conmovedor testimonio del
valioso significado de la institución familiar es el de Bahati Vital, quien llegó a nuestro país huyendo de los horrores de
las guerras étnicas que azotaron Ruanda en 1994 y las cuales destruyeron su
hogar dejándolo sin madre, padre y hermanos. Luego de un largo peregrinaje por
campos de refugiados, él y su pequeña hermana fueron salvados por el Sacerdote
Mario Pérez Duque, quien era misionero de la Congregación Salesiana “Don Bosco”
de Táchira en África y fue el encargado de traerlos a tierras andinas en 1999.
Fueron acogidos por una familia venezolana que le brindó el calor del hogar que
la guerra le arrebató.
Es por ello que, partiendo de la máxima de Benedicto XVI: la familia fundada en el matrimonio es patrimonio de la humanidad y como tal estamos llamados a preservarla, nos hemos abocado a promoverla como unidad fundamental de la vida humana; realizando grandes esfuerzos en esta materia, pues creemos firmemente en lo que señala el Santo Padre al decir que la familia brinda elementos esenciales para la paz: la justicia y el amor entre hermanos, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los miembros más débiles, la ayuda mutua en las necesidades de la vida y la disponibilidad para acoger al otro.
Los hijos necesitan y
merecen ser recibidos en matrimonio, pues es allí donde se ubicarán los
referentes que marcarán el curso de su existencia. La presencia de padre y
madre, unidos en una relación estable y comprometida crea para los hijos el
contexto de seguridad, protección y alimento emocional que ellos necesitan para
crecer y ser felices. Es compromiso de los padres crear el entorno donde la
familia sea una verdadera escuela de amor; donde los hijos crezcan integralmente
en mente, cuerpo y espíritu.
A través de la dinámica familiar el niño aprende la noción de ser humano, se inicia la educación, se generan los hábitos y modelos conductuales esenciales y se aprenden los patrones de afectividad en el marco de los primeros años de su vida; es decir, el momento crucial de su crecimiento y desarrollo. Padre y madre poseen una influencia significativa en la adquisición de las pautas morales desde la niñez, pues son los catalizadores de esa enseñanza y principales gestores de su internalización.
La familia canaliza algo
tan importante para el ser humano como los afectos y los sentimientos,
podríamos asimilar lo que allí ocurre a un laboratorio, donde se experimenta y
consolida al ser. Es un espacio de verdadera intimidad, donde nos mostramos
realmente como somos y donde sus miembros se expresan con auténtica pureza;
propiciando así un orden en las relaciones sociales beneficioso para la vida
comunitaria.
Por ello, podemos decir
que la paz empieza en el hogar y debe ser un compromiso primario de los padres,
pues es allí donde se aprende a vivir en concordia y conciliar con los otros.
Tengamos en el ejemplo de vida del Profesor Bahati Vital la fuerza inspiradora
que nos permita calibrar lo que significa el valor de comprometerse, de fundar
una familia para asegurar la posibilidad de contar con una humanidad solidaria.
Salvando a la familia abonamos el camino hacia la paz. pazcomopropuesta@gmail.com
Genny Morales de Pérez
Primera Dama del estado Táchira / Pdte. Fundación de la Familia Tachirense
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