Reivindicar el derecho a un mejor nacimiento
En diciembre del 2011 la Universidad
Católica del Táchira, a través de un destacado grupo de profesores, me
invitaron a participar del libro “Manual
de Derecho Civil: Personas”, texto de consulta para los estudiantes de
dicha cátedra. Así pues, tuve el honor de contribuir con un documento que, en
esta entrega de hoy, me complace brindarles; y de esta manera exponer un tema
por demás sensible y de vital importancia para el bienestar social: el parto
humanizado.
La
vida de todo ser humano está marcada por el momento del nacimiento, y tanto el
antes como el después de este acontecimiento es decisivo para su desarrollo;
por ello toda persona tiene derecho de llegar al mundo en un ambiente de afecto
y respeto que le garantice su desenvolviendo emocional, físico, intelectual y
social. Esta responsabilidad debe estar
compartida con la sociedad en su conjunto y con especial influencia en la
madre, el padre y la familia, a quienes debemos acompañar y apoyar, en procura
de contribuir con una mejor calidad de vida en nuestro país.
Nacer
es el primer hecho social de nuestra
existencia y por ello consideramos que una de las vías de afrontarlo es a
través del modelo humanista, es decir con un enfoque biopsicosocial de la madre
y su entorno; el cual valora y respeta
lo que fluye desde dentro de la mujer hacia fuera: sus sentimientos, sus
pensamientos, sus deseos. Si proveemos este entorno estaremos promoviendo el
camino para un mejor nacimiento.
El parto natural forma parte de nuestra esencia. Está comprobado que el feto contribuye a su nacimiento y el cuerpo de la madre libera los mecanismos orgánicos que le van a facilitar el mismo. El Dr. Michel Odent en su libro “El Bebé es un Mamífero” afirma que dar a luz un bebé implica liberar un auténtico coctel de hormonas del amor (oxitocina, endorfinas, prolactina); incluso va más lejos y propone que si queremos cambiar el mundo cambiemos la forma en que llegamos a él. Aprovechemos, entonces las bondades que la propia naturaleza nos ofrece, impregnando a ese nuevo ser humano con el amor que fluye del cuerpo que lo trae al mundo; en absoluto respeto del proceso fisiológico en curso.
Podemos inferir que hay un cambio en
la química del organismo y que esto influye en las actitudes; de allí que
consideramos importante no cortar el proceso natural y permitamos el apego
inmediato de la madre con el hijo para establecer el vínculo afectivo, el cual
se facilita si venimos de un proceso no interferido. El Dr. Thomas Verny
manifiesta que estas primeras relaciones entre madre e hijo son muy profundas
porque dan forma a la neuroquímica de las emociones y a todo el sistema
nervioso. El manejo naturalmente libre del cúmulo de afectividad que se genera
en ese momento significa venir bien
desde el inicio de la vida.
Es por ello, que nos oponemos al hecho
generalizado de la industrialización del nacimiento, sin detrimento de la
técnica médica en aquellas circunstancias que implique salvar la vida. En todo
caso, defendemos que las mujeres estén debidamente informadas de los resultados que derivan de
una decisión con su propio cuerpo. Empoderarlas a través del conocimiento,
dimensionando el impacto que va a tener en su vida, en la de sus propios hijos y por ende, en la
sociedad misma.
Hay respuestas que vienen dadas desde
las teorías de la Evolución y hoy en día, de la Epigenética, la cual ha
demostrado que el ADN es una molécula viva en su dinamismo e interrelaciones.
Es decir, nuestros descendientes no heredan solamente un bloque de
instrucciones, sino también parte de la vida que hemos llevado. Si seguimos alterando
el nacimiento natural e interrumpiendo el curso fisiológico del parto ¿Qué
pasará con los hijos provenientes de los partos medicalizados que no reciban
los beneficios de la “hormona del amor”? ¿Qué pasará con las futuras
generaciones de mujeres si se sigue inhibiendo la capacidad de parir? Estas reflexiones son
pertinentes a la luz de los procesos de industrialización a los cuales ha
estado sometido el hecho del nacimiento.
Se abre entonces un reto para la
ciencia del derecho y no es otro que desarrollar políticas que garanticen a la
madre saber lo que gana o pierde con las dos opciones de parto, a decidir conscientemente
la forma cómo va a dar a luz a su hijo, lo cual complementará el conjunto de normas
de protección al niño desarrolladas en el ordenamiento jurídico positivo. En
esa dirección es importante contar con la cooperación no solo de la ciencia
jurídica, sino muy especialmente de quienes llevan adelante la ciencia médica;
para que puedan asumir plenamente las bondades del parto natural, poniéndose
por encima de una visión economicista, mecánica y masificada sobre este hecho.
Comenzando bien el camino de la vida podremos iniciar el
proceso formativo de un ciudadano para la paz.
pazcomopropuesta@gmail.com
Genny Morales de Pérez
Primera Dama del estado Táchira / Pdte. Fundación de la Familia Tachirense
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