lunes, 30 de abril de 2012


Reivindicar el derecho a un mejor nacimiento 


            En diciembre del 2011 la Universidad Católica del Táchira, a través de un destacado grupo de profesores, me invitaron a participar del libro “Manual de Derecho Civil: Personas”, texto de consulta para los estudiantes de dicha cátedra. Así pues, tuve el honor de contribuir con un documento que, en esta entrega de hoy, me complace brindarles; y de esta manera exponer un tema por demás sensible y de vital importancia para el bienestar social: el parto humanizado.

La vida de todo ser humano está marcada por el momento del nacimiento, y tanto el antes como el después de este acontecimiento es decisivo para su desarrollo; por ello toda persona tiene derecho de llegar al mundo en un ambiente de afecto y respeto que le garantice su desenvolviendo emocional, físico, intelectual y social.  Esta responsabilidad debe estar compartida con la sociedad en su conjunto y con especial influencia en la madre, el padre y la familia, a quienes debemos acompañar y apoyar, en procura de contribuir con una mejor calidad de vida en nuestro país.

Nacer  es el primer hecho social de nuestra existencia y por ello consideramos que una de las vías de afrontarlo es a través del modelo humanista, es decir con un enfoque biopsicosocial de la madre y su entorno; el cual  valora y respeta lo que fluye desde dentro de la mujer hacia fuera: sus sentimientos, sus pensamientos, sus deseos. Si proveemos este entorno estaremos promoviendo el camino para un mejor nacimiento. 



El parto natural forma parte de nuestra esencia. Está comprobado que el feto contribuye a su nacimiento y el cuerpo de la madre libera los mecanismos orgánicos que le van a facilitar el mismo. El Dr. Michel Odent en su libro “El Bebé es un Mamífero” afirma que dar a luz un bebé implica liberar un auténtico coctel de hormonas del amor (oxitocina, endorfinas, prolactina); incluso va más lejos y  propone que si queremos cambiar el mundo cambiemos la forma en que llegamos a él. Aprovechemos, entonces las bondades que la propia naturaleza nos ofrece, impregnando a ese nuevo ser humano con el amor que fluye del cuerpo que lo trae al mundo; en absoluto respeto del proceso fisiológico en curso.

Podemos inferir que hay un cambio en la química del organismo y que esto influye en las actitudes; de allí que consideramos importante no cortar el proceso natural y permitamos el apego inmediato de la madre con el hijo para establecer el vínculo afectivo, el cual se facilita si venimos de un proceso no interferido. El Dr. Thomas Verny manifiesta que estas primeras relaciones entre madre e hijo son muy profundas porque dan forma a la neuroquímica de las emociones y a todo el sistema nervioso. El manejo naturalmente libre del cúmulo de afectividad que se genera en ese  momento significa venir bien desde el inicio de la vida.


Es por ello, que nos oponemos al hecho generalizado de la industrialización del nacimiento, sin detrimento de la técnica médica en aquellas circunstancias que implique salvar la vida. En todo caso, defendemos que las mujeres estén debidamente  informadas de los resultados que derivan de una decisión con su propio cuerpo. Empoderarlas a través del conocimiento, dimensionando el impacto que va a tener en su vida,  en la de sus propios hijos y por ende, en la sociedad misma.

Hay respuestas que vienen dadas desde las teorías de la Evolución y hoy en día, de la Epigenética, la cual ha demostrado que el ADN es una molécula viva en su dinamismo e interrelaciones. Es decir, nuestros descendientes no heredan solamente un bloque de instrucciones, sino también parte de la vida que hemos llevado. Si seguimos alterando el nacimiento natural e interrumpiendo el curso fisiológico del parto ¿Qué pasará con los hijos provenientes de los partos medicalizados que no reciban los beneficios de la “hormona del amor”? ¿Qué pasará con las futuras generaciones de mujeres si se sigue inhibiendo la capacidad de parir? Estas reflexiones son pertinentes a la luz de los procesos de industrialización a los cuales ha estado sometido el hecho del nacimiento.

Se abre entonces un reto para la ciencia del derecho y no es otro que desarrollar políticas que garanticen a la madre saber lo que gana o pierde con las dos opciones de parto, a decidir conscientemente la forma cómo va a dar a luz a su hijo, lo cual complementará el conjunto de normas de protección al niño desarrolladas en el ordenamiento jurídico positivo. En esa dirección es importante contar con la cooperación no solo de la ciencia jurídica, sino muy especialmente de quienes llevan adelante la ciencia médica; para que puedan asumir plenamente las bondades del parto natural, poniéndose por encima de una visión economicista, mecánica y masificada sobre este hecho.

Comenzando bien el camino de la vida podremos iniciar el proceso formativo de un ciudadano para la paz.

pazcomopropuesta@gmail.com



Genny Morales de Pérez
Primera Dama del estado Táchira / Pdte. Fundación de la Familia Tachirense

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